Aparecidos

(28/10)
Un grupo de estudiantes, Florencia Magalí Caparrós Nair Ayelén Núñez - Bárbara Agustina Nicolás - Natalia Verónica Robledo Rodríguez – Ezequiel Córdoba, coordinados por una docente; María del Carmen Ojea, emprendieron una tarea que ningún periodista había andado en los 26 años que llevamos de democracia: rescatar del olvido la suerte de la Comisión Interna de la Química Mebomar, de Esteban Echeverría.
Ellos; Armando, Dardo y Edgardo Torres, Oscar Sarraille y Eduardo Manrique aún se encuentran desaparecidos. En una tarea digna de un experto en armar rompecabezas, el grupo se dedicó a reconstruir en base a los testimonios de compañeros; amigos y familiares la vida de los cinco. La técnica de trabajo recuerda en mucho, por la paciente tarea artesanal del rescate, a la investigación que llevó a Rodolfo Walsh a escribir Operación Masacre.


La tarea que demandó casi dos años de investigación llevó a que las familias inconclusas fueran abriendo lentamente las puertas a estos adolescentes que querían saber.
La particularidad del trabajo se basa en que los investigadores (a esta altura me parece una falta de respeto llamarlos “chicos”) no buscaron ahondar sobre el destino final de los integrantes de la Comisión Interna de Mebomar, sino que buscaron traer desde el olvido de su ausencia permanente el retrato subjetivo que ayudaron a construir a sus seres queridos.
Así, la hija de Oscar Augusto Sarraille Lezcano dirá: “Yo no sé nada de él, yo recién me enteré que era hija de un desaparecido…es como un extraño en mi vida…. Sí, porque cuando encontré… con el correr del tiempo, un papelito de adopción,… ahí empezó el desastre en mi cabeza. Y bueno, tuve que pagar los precios… Hasta que un día me cansé, y creo que esta verdad la supe por diez años,… Me enteré de casualidad,…lo que te imagines pasó por mi cabeza. Así que un día me cansé, después de diez años… los senté a los dos y les pregunté. Y nada, me dijeron que era mi padre realmente, que “Oscarcito” había sido mi padre.”
La mujer de Raúl Eduardo Manrique Vitale contará que “El día que lo llevaron estaba yo presente, balearon las puertas, entraron a mi casa, a mi no me dejaban pasar, a mi hermano y a él, los estaban apuntando con ametralladoras.
Me pidieron que por favor tape a los nenes para que no vean nada. De cualquier manera levantaron los colchones… se lo llevaron, vinieron en coches. Algunos vecinos decían que estaba la manzana rodeada. Estaban de civil, con la cara tapada con medias”. Mientras su hijo, con una inocultable admiración manifestará que: “Una vez le habían sugerido que se fuera al sur, y fue cuando él dijo: - No, yo me quedo por mis compañeros”.
Mientras la patota los secuestraba, a solo 24 horas de los hechos desde la empresa en que trabajaban les enviaba a cada uno su respectivo telegrama de despido tal como hicieron en aquellos años negros todas las empresas cómplices.
En el caso de Armando, Dardo y Edgardo Torres Retamar la cuestión se agrava más (si esto es posible) por tratarse de hermanos.
Dardo es el tercer hijo de la familia, su esposa, María Cristina fallesen manifestó a los investigadores que “Me llevaron lo más precioso que tenía. Me hubieran robado todo pero me lo hubieran dejado a él”
Armando había estudiado en la escuela 21 de Esteban Echeverría, allí conoció a Miriam a los catorce años y tres años después se casarían. Miriam Esther López habla de él y de aquellos buenos tiempos en que la sociedad argentina aún no había despertado al horror ““(Armando iba a)… hacer ladrillos todas las semanas en lo de Titi (Leticia, la esposa de su hermano Edgardo). Siempre quería hacer más. … En la repartija que era entre todos los hermanos, cuando le tocaba, le tocaba. Pero siempre procuraba hacer ladrillos para acá, para la casa… Nosotros íbamos. Las mujeres nos reuníamos en lo de Titi y mientras los muchachos hacían ladrillos nosotras nos quedábamos ahí porque cada cual tenía su hijo, así que las mujeres nos reuníamos ahí, y la mamá de Titi, que era muy buena mujer, todos juntos con ella… Lindo era lindo, tiempos lindos”.
“Yo fui con mi cuñada a la química Mebomar a decir que el no se presentaba a trabajar porque había sido levantado de mi casa… que no se presentaba a trabajar por que vino gente a la casa y se lo llevaron. Eso es lo que nosotras fuimos (a decir) con mi cuñada al otro día, a anunciar a la química. Entramos en una oficina, entramos nos tomaron la declaración de que no iban a trabajar por ese motivo. Al otro día nos llega un telegrama… (de despido), porque ellos no se presentaban, cuando nosotras ya habíamos ido”.
El tercero de los hermanos, Edgardo, “Chato” para la familia, se casó con Leticia Godoy a los 23 años perteneció a la Juventud Peronista junto a su amigo Oscar sarraile y otros jóvenes del barrio La Morita. Su esposa dice “Para mí él está vivo, para mí él no está muerto…Yo sueño que él viene… Lo sueño que viene con bigotes, viejo, canoso, me golpean la puerta .Yo me junté una vez,… pero él fue el amor de mi vida…
Era una persona que luchaba por una mejora para la gente trabajadora, obrera, para aquellos que no tenían nada de que vivir. Ellos luchaban por todo eso”.
El trabajo muestra pequeñas obras sociales de cada uno de los integrantes de la Comisión Interna de Mebomar, desde la colocación ladrillos en las veredas hasta colectas para compañeros enfermos o la reconstrucción de una vivienda incendiada y se empeña una y otra vez en traer desde el lugar donde pretendieron alojarlos los sicarios de la dictadura y sus cómplices para corporizarlos en el amor de los suyos.
En el trabajo sobrevuela todo el tiempo una realidad inocultable en muchos casos, aunque no probada en este, la complicidad (sino el directo pedido) de la empresa sobre su suerte.
Hoy sus hijos rondan los treinta años y muchos de ellos recuerdan a sus padres como verdaderos ejemplos.

 
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